jueves, 22 de julio de 2010

La teología y el sueño de Dios

La teología, como reflexión crítica sobre la praxis histórica a la luz de la fe, se hace importante hoy más que nunca cuando hay ámbitos dentro de la religión cristiana que, al contrario de dar vida plena a la humanidad, hacen que los seres humano vivan en esclavitud y perpetúan aspectos que le quitan su dignidad y sus derechos. No debemos extrañarnos ante esta situación pues el cristianismo es una religión y, por más que algunos quieran negar esto, la religión es un producto cultural humano. No estoy diciendo que todo el cristianismo es un invento humano, sino que la manera en que el ser humano responde ante la revelación de Dios en la historia es, obviamente, humana. Es por lo mismo que no debemos sorprendernos cuando vemos que en la religión cristiana hay una gran pluralidad. Tenemos diversidad de iglesias, diversidad doctrinal, diversidad ritual y diversidad moral. Esto no es algo negativo, al contrario, ya en el Nuevo Testamento vemos que no existe una iglesia, sino una diversidad de iglesias pues diverso es el contexto geográfico, cultural y contextual en donde estas primeras comunidades cristianas siguen a Jesús.

Sin embargo, dentro de esa diversidad hay algo, o más bien dicho alguien, que no podemos olvidar si queremos seguir llamándonos “cristianos” Ese es, obviamente, Jesús llamado El Cristo. La esencia de su vida y su mensaje estaban en dar vida plena a todos los seres humanos. Jesús entendía que sólo se puede obtener esta vida plena cuando dejen de gobernar el egoísmo, el odio, la envidia, la hipocresía, la maldad, la esclavitud, etc. Ese día para Jesús es “hoy”. Hoy el ser humano puede aceptar el Reinado o gobierno de Dios. Gobierno totalmente distinto a los gobiernos que conocemos, pues es un gobierno o Reinado que da vida y libertad. Que no se impone, sino que se ofrece como regalo. Es el sueño que Dios siempre ha tenido. Es el sueño que un día se llevará completamente a cabo en una realidad totalmente renovada (cielo nuevo y tierra nueva en el lenguaje bíblico).

El problema es que el cristianismo como religión establecida olvida muchas veces el sueño de Dios evidenciado en Jesús. No es extraño, repito. Ya en el Nuevo Testamento vemos como otra religión, el Judaísmo, tendía a olvidar el sueño de Dios y ha mostrar que quien gobernaba muchas veces en aquella religión no era Dios sino el egoísmo, el odio, la envidia, la hipocresía, la maldad, la esclavitud, etc. El Evangelio de Marcos nos muestra que la buena noticia del sueño de Dios que Jesús viene ha mostrar y anunciar es sanidad de enfermos, expulsión de demonios (¿? tema para otro post), comunión con los enemigos (Mateo como parte de la comunidad de discípulos), preocupación por la dignidad de las mujeres y los niños, etc. Pero es curioso que la buena noticia, el evangelio, es, en su misma esencia, confrontación con la religión, esto es, denuncia los aspectos en que la religión se ha apartado de los sueños de Dios. La religión judía manifiesta en sí los mismos aspectos que debería erradicar del mundo y la sociedad en general.

Evidente ha sido que el cristianismo ha cometido los mismos errores que la religión Judía. Evidente es en el presente cuando las iglesias evangélicas, asumiendo una falsa obediencia a Dios, niegan los derechos y la dignidad de la mujer y de las minorías sexuales. Se hace evidente para nosotros entonces que el Reino de Dios se manifiesta muchas veces de forma más potente fuera del cristianismo que dentro de él. Evidente es que cuando luchamos contra la corriente religiosa y ponemos nuestros pies en el camino de Jesús podemos terminar en una cruz gracias a nuestros propios “hermanos”. Evidente es entonces que el ser críticos ante las creencias y prácticas del cristianismo, esto es, ser teólogos, es parte de hacer realidad el sueño de Dios.

lunes, 17 de mayo de 2010

La Biblia no es un libro de ética.

En esta oportunidad quiero explicar lo que señalé en una clase de teología sobre la Biblia. Afirmé que la Biblia no es un libro de ética y posteriormente me enteré de que se me criticó diciendo que lo que señalé era equivocado, la Biblia sería presuntamente un libro de ética ya que estaba llena de preceptos éticos. 

Para aclarar mi afirmación creo que es necesario, en primer lugar, señalar que la Biblia no es un libro sino un conjunto de libros. Tomando como ejemplo el Nuevo Testamento podemos ver que en algunos de los libros que lo componen lo que prevalece es el relato (los cuatro evangelios) mientras que en otros prevalece la argumentación (las epístolas) o las imágenes simbólicas y míticas (el Apocalipsis). Es decir, es difícil establecer una unidad homogénea en la Biblia por lo que es más difícil aun afirmar que la Biblia es un libro de ética o un libro de doctrina, como afirman algunos. 

En segundo lugar es necesario entender qué quise decir con la palabra ética. Muchas veces la palabra ética se utiliza como sinónimo de la palabra moral, esto es, como un conjunto de costumbres, creencias y valores de una persona o cultura. Sin embargo, para mayor claridad, es mejor establecer una distinción entre estas dos palabras. Cuando yo hablo de ética hago referencia a una reflexión de orden teológico o filosófico que es posterior a la moral. Si la moral nos indica cuáles son o deben ser las costumbres, creencias o valores de una cultura, comunidad o persona, la ética se pregunta por el fundamento o explicación racional de tal moral o de tal prescripción de una determinada moral. Desde esta perspectiva se puede afirmar que la Biblia es un conjunto de libros que efectivamente prescriben determinadas costumbres, creencias y valores que una persona asume voluntariamente por causa de su seguimiento de Jesús pero, desde mi perspectiva, la Biblia no contiene ética, es decir, no busca fundamentar racionalmente el por qué de la moral cristiana (si existe la moral cristiana y cuál es esta debe ser algo a debatir). Es decir, la Biblia no contiene ética pero si contiene moral.

En tercer lugar, como explique anteriormente, yo no niego que en la Biblia se presenten enseñanzas morales, lo que si niego es que la Biblia sea un libro, o un conjunto de libros, de moral. La mayoría de los evangélicos leen la Biblia como si esta fuera un libro de moral. Citan textos bíblicos como si cada versículo fuera un artículo de un código de normas morales. Afirman que esto es bueno y esto es malo, que esto es lo que un cristiano debe hacer y esto lo que no debe hacer citando textos bíblicos o indicando supuestos principios morales que se pueden extraer de la Biblia de forma clara y precisa.

La Biblia no es un código moral, no es un libro escrito para saber normas perennes, la Biblia tampoco es un libro de doctrina, no es un libro escrito para indicarnos que enseñanzas debemos afirmar incondicionalmente y corregir o condenar a aquel que no las acepta. El conjunto de libros que componen la Biblia son escritos de personas que tienen fe en Dios y quieren comunicar esta fe que poseen. Algunos de estos escritos son relatos, muchas veces simbólicos, que no se agotan en un sentido específico ni menos en un supuesto principio bíblico de tipo moral. Otros escritos son cartas ocasionales con propósitos específicos para comunidades de fe específicas. Si hay algo que podríamos afirmar de toda la Biblia es que ella es el testimonio del encuentro que los Judíos y primeros cristianos tuvieron con Dios y con Jesús. Testimonio de la interacción con Dios y de las preguntas, búsquedas y situaciones que aquel encuentro suscitó. La Biblia no es código ni doctrina, sino que, para aquellos que hoy se hacen parte de esa interacción con Dios, la Biblia es el relato real y ocasional de aquellos hombres y mujeres que desde el pasado también nos comunican su encuentro con lo divino.

sábado, 1 de mayo de 2010

Seguirle a lo profano

En el último tiempo se me hace difícil ver la presencia de Dios y Jesús en las celebraciones religiosas o en los ámbitos comúnmente denominados sagrados. Esto a tal punto que ya no me es necesario pertenecer a una iglesia establecida o institucional desde el año pasado. Creo que no soy el único en este aspecto, deben de haber más personas que han abandonado los lugares y ámbitos supuestamente sagrados porque ya no ven a Dios allí. Me pregunto entonces: si Dios no esta allí ¿dónde esta? Según el Evangelio de Marcos la única manera de ver a Jesús Resucitado es seguirle hacia lo profano. A Jesús sólo le ve como resucitado en Galilea, no en Jerusalén. Galilea de por si es profana, pero Jesús esta allí haciendo realidad el Reino de Dios, por lo que aunque para nosotros y la mayoría de la gente de su tiempo Galilea siga siendo profana, es, en realidad, la mayor manifestación de lo sagrado. 

¿Compartes mis sentimientos y afirmaciones anteriores?
¿Dónde esta Galilea hoy? ¿Dónde se hace realidad el Reino de Dios en la actualidad? ¿Quiénes son las personas que lo están haciendo realidad?
¿Estas tú en Galilea, por qué?
¿Es necesario hacer algo especial para ver en lo profano lo sagrado? ¿Qué cosa o cosas?

domingo, 28 de marzo de 2010

Lo divino de lo humano.

El cristianismo se presenta muchas veces como una religión que ha exacerbado la separación entre lo humano y lo divino. Dios se muestra como absolutamente trascendente, separado de toda la realidad humana y, aunque se dice que esta separación no es original, sino que se debe a la “caída” del ser humano, parece olvidarse que el ser humano es creado a imagen del mismo Dios. Debido al “pecado original” la naturaleza humana, y con ella toda la realidad mundana, dejan de ser apropiadas para la “santidad” de Dios. Dios tiene que apartarse y condenar. Esta visión de la realidad deja un “gusto” negativo a toda la vida y realidad humana en general y lo único correcto a hacer es morir a lo humano y terreno para alcanzar lo divino. De ahí que ser cristiano se entienda muchas veces como algo opuesto a ser humano.

Sin embargo, si partimos mirando el relato de Jesús y su vida, y no ponemos en primer lugar el relato negativo que la iglesia nos ha trasmitido, se comienza a ver algo muy distinto. Jesús es aquel que desde su humanidad manifiesta su divinidad. Todo lo que dice y hace nos indica que perdemos el camino hacia lo divino cuando miramos exclusivamente al cielo y no bajamos nuestros ojos hacia los niños, los enfermos, los pobres, la hierba, los peces, los lirios del campo, los pájaros, las ovejas, la viña, los árboles, sus frutos, y, por supuesto, el pan y el vino.

Jesús nos muestra que cuando perdemos de vista la tierra, cuando perdemos de vista al prójimo, perdemos de vista a Dios. Ser cristiano es amar la tierra y el ser humano hasta las últimas consecuencias, tal como Dios en Jesús. Sólo cuado miramos y amamos como Jesús podemos decir que tenemos comunión con él y su Padre. Servir a Dios y servir al ser humano se pueden equiparar, tal como Jesús lo hizo al enseñarnos el gran mandamiento de amar a Dios y amar al prójimo.

Las luchas que ha tenido el protestantismo sobre si el ser humano participa de su salvación con su aprobación y apertura a la fe o si es Dios quien lo hace todo desde su soberana decisión y pre-elección dejan de tener sentido cuando ya no vivimos en el dualismo divino/humano. No se puede contraponer el esfuerzo humano por hallar a Dios y la revelación y salvación que Dios pone en marcha. Desde una perspectiva cristiana es Dios mismo que inspira en el hombre que lo busque y la autonomía del agente humano no excluye la acción divina sino que la presupone. Dios y el hombre no son dos realidades externas sino que Dios, sin dejar de ser trascendente, es inmanente en lo humano/terreno.

Las categorías de lo sagrado y lo profano se trastocan. Ser cristiano es ser radicalmente humano. (Küng) La salvación no es vivir “otra cosa” sino “eso mismo” pero radicalizado, planamente humanizado y, por tanto, divinizado. Vivir en la salvación es mirar la tierra y la humanidad y ver en ellas el Reino, la casa, el jardín, el huerto de Dios.

lunes, 25 de enero de 2010

La muerte de Cristo: Muchas imágenes valen más que una palabra

En los círculos evangélicos conservadores y fundamentalistas se ha buscado definir la obra salvadora de Dios en Jesucristo de forma tan precisa que sólo una interpretación de su muerte, la llamada teoría de la satisfacción de San Anselmo, es considerada como la única 'bíblica', y, por tanto, la única ortodoxa. Ésta teoría pone el acento sólo en la muerte de Jesús y deja de lado su vida y su resurrección. Afirma que la razón principal de la muerte de Jesús fue remover la barrera o separación que el pecado creó entre Dios y los seres humanos. Esta barrera se entiende como algo “objetivo”, esto es, algo que esta fuera del ser humano, en el orden moral de la realidad misma. La muerte de Cristo se interpreta como una satisfacción ofrecida a Dios que le permite a este perdonar el pecado y romper esa barrera. El ser humano no podría por sí mismo romper esta barrera, ya que es pecador, por lo que Dios debe hacerse hombre y morir en lugar del ser humano, para así eliminar esta separación. Se afirma que aceptando por fe (y la fe en este punto se ha reducido a una mera afirmación intelectual) este hecho “objetivo” es lo que hace que una persona sea cristiana, y por tanto, salva.

Si bien no quiero tratar en esta oportunidad todas las interrogantes que esta teoría nos deja, no puedo dejar de mencionar el hecho de que en ella Dios parece estar subordinado al orden moral que el mismo ha creado. Dios parece estar obligado a tal punto a respetar el orden que ha creado que debe él mismo morir por ello si quiere liberar al ser humano de este orden. Esto me parece bastante ilógico y aberrante, pero hay muchos cristianos que lo creen. Sobre ésta y otras interrogantes continúan discutiendo los teólogos hasta hoy.

Lo que más me asombra de esta interpretación de la muerte de Jesús es que, increíblemente, la mayoría de los cristianos evangélicos ignoran que la teoría de San Anselmo (1033- 1109) es sólo una entre muchas, ignoran además que su formulación sólo apareció mil años después de los orígenes de la iglesia.

Creo que debemos abrir nuestros ojos ante el hecho de que en la Biblia no hay una definición de la muerte de Jesús sino una pluralidad de imágenes. En La obra redentora de Cristo y la misión de la iglesia Juan Driver afirma:

Antes que ofrecer simplemente definiciones dogmáticas formales, los escritores del Nuevo Testamento emplearon una serie de imágenes (figuras) para describir la obra salvadora de Cristo e interpretar su significado. Mientras que los lectores occidentales modernos tienden a preferir definiciones literales y teorías convincentes que clarifiquen su compresión del problema, el enfoque bíblico no es así. (Pág. 16)

En su libro Driver señala más de diez imágenes de la obra redentora de Cristo que se nos ofrecen en la Biblia. La imagen de la justificación (que no se puede entender de forma idéntica a la de San Anselmo) es sólo una entre muchas.

Durante mucho tiempo los evangélicos hemos presumido de comprender mejor a Dios y sus acciones al contrario de otras tradiciones cristianas, pero lo que en realidad hemos hecho es reducir la obra liberadora de Jesús a nuestro antojo y capricho. Con esto hemos decidido quién se salva y quién se pierde, hemos llamado hereje a todo aquel que no esta de acuerdo con nuestras definiciones y hemos tratado de encasillar en una definición a Aquel que es indefinible por antonomasia.

La Biblia nos muestra que en la pluralidad de las imágenes esta la verdad de Jesucristo, nos muestra que si la obra salvadora es de Dios y no nuestra, nunca la podremos definir del todo. Menos mal, porque nuestras definiciones de Dios y lo que hace para salvarnos pueden ser tan estrechas que por seguir nuestra lógica hemos mostrado a un Dios aberrante, impotente y cruel.

La Biblia nos regula en este caso, no para estrechar nuestras definiciones sino para librarnos de ellas, para extender los límites de la acción liberadora al punto en que nosotros no tengamos el control de ella, sino sólo Dios.

martes, 19 de enero de 2010

Desde la certeza a la confianza

Definir, delimitar, poner contornos, es algo que los seres humanos hacemos para entender y manejar la realidad. No hay nada de malo en eso, pero tenemos que entender que siempre serán nuestras propias definiciones de la realidad, siempre seremos nosotros quienes pretenden poner los límites y no algo propio de la realidad en sí. Las definiciones y los límites los hemos puesto para nuestro bien, para entender nuestro entorno, manejarlo y poder vivir en él, para hacer un cosmos en medio del caos. Además, cada cultura y cada persona mira la realidad desde su propia perspectiva, por lo que aparte del hecho de que las definiciones y los límites que establecemos siempre serán creación humana, cada uno de ellos se construirá a partir de una mirada sesgada de la realidad y no desde una mirada global o integral de esta.

Muchas veces nos olvidamos de esto, olvidamos que hemos sido nosotros quienes establecemos artificialmente los contornos y límites, y caemos en el error de atribuir los límites a la realidad en sí. Esto es lo que sucede en el fundamentalismo cristiano. Como la realidad de la que habla la religión cristiana es tan enigmática (esto es obvio, pues se habla de Dios, de la muerte, de la vida, etc.), muchas personas sienten la necesidad de definir y delimitar completamente el cristianismo. Buscan definir a cabalidad los “atributos” de Dios y de Jesús, sus deseos y su voluntad. Todo esto por un afán de certeza que no se queda ahí, sino que busca finalmente el control.  Las cosas que están en juego en el ámbito religioso son tan relevantes que se tiene terror ante la ambigüedad y el misterio, por lo que se busca un fundamento a partir del cuál construir el edificio de certezas. Certezas que van desde el ámbito teológico-doctrinal hasta el ámbito moral.

El problema radica en que sujetarse a semejantes definiciones, por mucho fundamento que digan tener, es sujetase a algo creado por el ser humano, y esto me parece opuesto a la actitud de fe. Confianza no en lo que nosotros sabemos y manejamos, sino en algo que esta más allá de nuestro control y nuestro cabal entendimiento. Soy ateo del dios fundamentalista pero profundamente creyente del Dios de Jesús. Creo en el Dios de Jesús no por miedo, ni por afán de control y seguridad, sino por amor, y el amor no se impone como necesario, al amor se invita, el amor se ofrece, el amor se regala. El amor escapa a toda definición, escapa a todo control, el amor confía. El perfecto amor echa fuera el temor.

domingo, 10 de enero de 2010

La paradoja de la fe

Siempre me ha intrigado el tema de la fe. Una y otra vez me he preguntado qué es la fe, de dónde surge, cuál es la relación que tiene con la razón, etc. Las preguntas acerca de la naturaleza de la fe nunca se podrán contestar cabalmente, sin embargo todos los que participamos de alguna religión asociamos nuestra participación en ella con el hecho de tener fe. La fe no es algo exclusivo del cristianismo, hay fe en todas las religiones. Cada persona que vive y opta por una religión ha tomado esa decisión motivado por su fe, esto es, confía en que es el mejor camino para alcanzar salvación. Esto, salvación, en el sentido amplio, entendiéndola como como salud integral, vida realizada, despliegue gozoso, placentero, de vida plenamente humana (Pikaza). De más esta decir que fe no es sólo creencia intelectual sino mayormente práctica, hábitos, camino, estilo de vida.

La razón por la que me llama tanto la atención este tema es porque continuamente estoy pensando y replanteando mi propia fe en Dios y en Jesús. Creo que mi fe esta basada en una confianza razonable (Küng), pero no puedo negar que hay momentos en que me parece algo extraño. ¿Por qué direccionar mi vida de acuerdo a lo que Jesús dijo e hizo? ¿Por qué vivir "como si Dios no existiera"?

Juan Luis Segundo comienza su libro La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazaret (Sal Terrae, 1991) con una introducción general donde desarrolla el tema de la fe. Afirma que es evidente que nunca se puede elegir un camino de vida sabiendo de antemano lo que nos deparará al final del esfuerzo realizado. El problema es que, no obstante, hay que elegir, jugándose la existencia:

Ninguna lógica, ninguna ciencia puede suplir la apuesta por lo desconocido. Hay que elegir como supremo e incondicionado algo cuyo valor concreto no se conoce personal ni experimentalmente (Pág. 23).

La única alternativa, continua Segundo, es elegir un camino conducente a la felicidad basándose en experiencias ajenas. La opción que todo ser humano toma se hace mirando a testigos referenciales, en quienes la persona deposita su confianza. Éstos le hablan, de mil maneras, de la satisfacción que lleva consigo la realización de esta o aquella opción de vida y le invitan a seguir un camino semejante.

Este camino [...] tiene una característica esencial: empuja al ser libre a no dejarse guiar por las satisfacciones que se experimentan en lo inmediato, sino a confiar en que, pasando por molestas mediaciones, se obtienen satisfacciones insospechadas muy superiores (Pág. 24).

Ese es el camino de la fe, indica Segundo, no en un sentido cristiano o religioso sino en un sentido amplio, como una dimensión antropológica propia de todos y cada uno de los seres humanos. Cada persona elige siempre su propia fe, como bien lo saben los ateos. El que no decide a favor ni en contra de tal o cual camino específico de fe, ya ha optado irremediablemente por unos valores determinados, por un camino de fe específico, aunque no sepa como llamarle.

La fe que tengo ha surgido por razones bastante razonables, y han colaborado en su nacimiento desde mi contexto familiar hasta la comunidad cristiana y mis propias experiencias de vida dentro de ella. Pero debo admitir que muchas veces, a pesar de las razones, la paradoja de la fe me resulta chocante. Se me pide que tenga certeza de lo que no esta presente, que tenga convicción de algo que no veo, y la verdad es que eso no es fácil y, por lo mismo, no sé si esa certeza y convicción estarán siempre presentes en mi vida. Pero, a pesar de la confesión anterior, hoy puedo afirmar que confío en el camino de Jesús. Pretendo vivir día a día como si Dios existiera, esto, no desde una certeza matemática o científica, sino que en la paradójica certeza de la fe.

martes, 5 de enero de 2010

Soñar la iglesia

Sueño con una comunidad cristiana donde:

  • el objetivo principal de reunirse semanalmente sea el encuentro personal, tanto con Dios como con las demás personas de la comunidad. Aunque los cultos, servicios o liturgias son buenos, sólo tienen sentido cuando se hacen en función de la misma comunidad y no como fines en sí mismos. 
  • el lugar de reunión provea los elementos necesarios para el encuentro personal con Dios y con las personas. No quiero pulpitos, altares ni bancas, quiero un living donde se pueda conversar y un comedor donde se pueda comer juntos como signos principales de comunidad. 
  • la conversación sea fluida y sin tapujos, donde la comunidad entera pueda dialogar fraternalmente y donde todos puedan participar, desde las primeras comunidades de fe hasta los grandes teólogos de hoy, desde un niño hasta un anciano, desde los cristianos de cualquier confesión hasta los ateos y agnósticos. 
  • no haya preguntas tabú ni respuestas absolutas, donde la misma comunidad de fe sea la que regule la conversación, no el líder-pastor ni las doctrinas denominacionales. 
  • la Biblia no se aplique sino que se viva la maravillosa historia de salvación de la que somos parte. 
  • los símbolos, los relatos y el arte en todas sus expresiones tengan un lugar importante. 
  • a través del amor y el perdón que la comunidad demuestra me enseñe a amar y perdonar. 
  • la música, la comida, la alegría y la celebración sean una señal de que el Reino de Dios esta entre nosotros. 
  • como pastor no se me imponga una agenda institucional o denominacional sino una agenda de la comunidad, una agenda que ella misma vive y desarrolla, donde no soy un profesional sino que como amigo, como hermano, facilito el seguimiento activo de cada uno de las partes del cuerpo/comunidad de Jesús. 
  • Dios este presente.