martes, 19 de enero de 2010

Desde la certeza a la confianza

Definir, delimitar, poner contornos, es algo que los seres humanos hacemos para entender y manejar la realidad. No hay nada de malo en eso, pero tenemos que entender que siempre serán nuestras propias definiciones de la realidad, siempre seremos nosotros quienes pretenden poner los límites y no algo propio de la realidad en sí. Las definiciones y los límites los hemos puesto para nuestro bien, para entender nuestro entorno, manejarlo y poder vivir en él, para hacer un cosmos en medio del caos. Además, cada cultura y cada persona mira la realidad desde su propia perspectiva, por lo que aparte del hecho de que las definiciones y los límites que establecemos siempre serán creación humana, cada uno de ellos se construirá a partir de una mirada sesgada de la realidad y no desde una mirada global o integral de esta.

Muchas veces nos olvidamos de esto, olvidamos que hemos sido nosotros quienes establecemos artificialmente los contornos y límites, y caemos en el error de atribuir los límites a la realidad en sí. Esto es lo que sucede en el fundamentalismo cristiano. Como la realidad de la que habla la religión cristiana es tan enigmática (esto es obvio, pues se habla de Dios, de la muerte, de la vida, etc.), muchas personas sienten la necesidad de definir y delimitar completamente el cristianismo. Buscan definir a cabalidad los “atributos” de Dios y de Jesús, sus deseos y su voluntad. Todo esto por un afán de certeza que no se queda ahí, sino que busca finalmente el control.  Las cosas que están en juego en el ámbito religioso son tan relevantes que se tiene terror ante la ambigüedad y el misterio, por lo que se busca un fundamento a partir del cuál construir el edificio de certezas. Certezas que van desde el ámbito teológico-doctrinal hasta el ámbito moral.

El problema radica en que sujetarse a semejantes definiciones, por mucho fundamento que digan tener, es sujetase a algo creado por el ser humano, y esto me parece opuesto a la actitud de fe. Confianza no en lo que nosotros sabemos y manejamos, sino en algo que esta más allá de nuestro control y nuestro cabal entendimiento. Soy ateo del dios fundamentalista pero profundamente creyente del Dios de Jesús. Creo en el Dios de Jesús no por miedo, ni por afán de control y seguridad, sino por amor, y el amor no se impone como necesario, al amor se invita, el amor se ofrece, el amor se regala. El amor escapa a toda definición, escapa a todo control, el amor confía. El perfecto amor echa fuera el temor.

1 comentario:

beper dijo...

Totalmente de acuerdo con Ud. hermano, en la tradición Sufi hay un viejo proverbio acerca de la realidad que dice lo siguiente: "Las cosas no las vemos tal como son, sino que las vemos tal como somos".La segunda parte de la reflexión, me sugiere una interpretación que lei hace tiempo sobre el inicio de la religión. En Génesis 4 nos encontramos con el inicio de la religión representado por el relato de Caín y Abel. Lo primero que vemos es que no fue instituida por Dios, fue una iniciativa del hombre con lo sospechoso que esto es en si. Lo segundo que observamos es que nos quedamos perplejos ante un Dios que, ¿arbitrariamente? acepta el sacrificio de Abel y rechaza el de Cain.Hay una linea de interpretación que nos suguiere que la clave para entender el rechazo de Dios hacia una de las ofrendas esta en las dos culturas representadas por Cain y Abel, concretamente la cultura sedentaria de la agricultura y la cultura nómada de la ganaderia. Las dos culturas representan ha mundos y sistemas de valores
contrapuestos, mientras que la cultura de la agricultura representa a una forma de vida normativa, esquemática, y sedentaria y sus valores son el conocimiento, la técnica rutinaria, sedentarismo,y el no
cambio. La otra representa una forma de vida más libre, cambiante, con valores relacionados con la confianza,y la fe en el porvenir.
Como podemos observar ya en los incios de las culturas despuntaban estas dos tendencias una hacia el fundamentalismo y la dogmatica y otra hacia la libertad, la confianza y el amor.